Por: César Añorve
Hoy te ví en un árbol,
Te sentí en su corteza,
Te seguí por sus ramas,
Te extrañé por las noches,
Y te soñé.
Te soñé como el que busca y no se encuentra,
Cómo el que compra las sonrisas,
Cómo el que le llora al pasado,
Cómo el que no siente.
Y qué sentiría?
Si no la tristeza culpable de las despedidas,
Esa que no se va,
Que no cambia por más que la ignores,
La que te sigue en vida y muerte,
La única cosa eterna,
Ahora estoy a su merced,
Seré lluvia suave sobre mi mismo,
Una puñalada en el corazón,
Me pregunto ¿Qué será de mí?
Pues estás en todos lados:
en un árbol,
En el viento,
En el agua que no se queda quieta,
En las notas de mi vals interminable.
Durante el silencio de las noches me veo condenado a sentirte,
A recordarte,
A escribirte las cartas que luego quemo,
A llorarte en silencio,
Y le temo.
Porque empieza a gustarme.
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